Teatro del Picadero – Teatro Abierto

Así nació, en 1980, “El Teatro del Picadero”, ubicado en el Pasaje Rauch, actual Enrique Santos Discépolo, en pleno centro de Buenos Aires. Y para serles fieles a sus convicciones, decidieron que la sala fuera escenario del acto cultural de resistencia a la dictadura más importante de aquellos años negros: “Teatro Abierto”.

Teatro Abierto fue una experiencia que nació del encuentro entre 21 dramaturgos argentinos, que se propusieron escribir, montar y representar 21 obras breves, sin ningún tipo de limitación ideológica o estética, como respuesta a una política de negación que sufrían los autores nacionales en aquellos tiempos. Carlos Gorostiza lo recuerda en su libro “El merodeador enmascarado”, cuando escribe: “...la Dictadura estaba logrando su propósito: convertirnos en pedacitos. Ya no éramos un entero. No sólo estábamos prohibidos en los medios públicos de expresión sino que estaban logrando separarnos. Obligados a estar lejos de los lugares comunes en donde siempre nos reuníamos para ensayar o actuar, poco a poco, insensiblemente, cada uno había comenzado a estar lejos de sus compañeros”.

A pesar de las amenazas y los peligros, 21 directores, más de 140 actores y muchos escenógrafos, iluminadores y técnicos, se unieron para trabajar gratis en favor del teatro y de la cultura nacional. Sumándose a la iniciativa. Guadalupe participó como actriz en la obra “Trabajo Pesado”, de Máximo Soto.

Teatro Abierto tuvo una respuesta masiva por parte del público y el apoyo de buena parte del periodismo, porque la gente estaba necesitando esa bocanada de aire fresco. Muchas de las obras que se representaron durante el ciclo se convirtieron en clásicos de nuestra dramaturgia contemporánea.

Al tercer día de inaugurado el ciclo Teatro Abierto, la madrugada del 6 de agosto de 1981, el teatro del Picadero sufrió un atentado, un incendio, que lo destruyó por completo.

Sin embargo, los cobardes no lograron su propósito, porque el miedo ya había sido vencido y las llamas del Picadero encendieron la indignación de los trabajadores de la cultura. Diecisiete salas fueron ofrecidas para dar continuidad al ciclo.

“Rendir homenaje a los hechos del pasado sin proyectarse al futuro es como mutilar la historia”, escribía mi padre Roberto Noble.

El espíritu del teatro del Picadero y de teatro abierto siguen hoy vigentes. Sus valores solidarios y su vocación de servicios son hoy más necesarios que nunca para fortalecer la democracia.