El idioma guardado en el cajón de mi alma
La vida me quitó temprano seres muy queridos. También cosas y sueños. Pero me dio otras, como a pocos. En mi camino adolescente me crucé con personas, verdaderos seres que hicieron de sí lo mejor de la condición humana. Pese a las adversidades tremendas que sufrieron no perdieron nunca la sonrisa y el buen humor, el don de la amistad y de la escucha atenta, la capacidad de dialogar. La sensibilidad extrema, la inteligencia apasionada, el amor a la vida y al ser humano.
Rafael Alberti. Tuve la suerte de conocerlo con apenas quince años, en 1976, de la mano de Roberto Otero, fotógrafo argentino y genial, su yerno entonces, y tío mío por adopción, navegante solitario que vivió en España cuarenta años hasta su muerte.
Dos poetas mayores de las letras y la canción Hamlet Lima Quintana y Armando Tejada Gómez, que serán referentes ineludibles de las metas argentinas el día en que, como país, empecemos a caminar hacia adelante bien plantados en nuestras raíces. Y Elvio Romero, poeta paraguayo. Los tres, amigos entrañables, existen hoy en el corazón de sus pueblos, en sus libros y canciones.
Enrique Llopis, excelente músico y compositor, ex marido, padre de mi hija, mi amigo. Como compositor, a los cuadro poetas les puso alas, su amistad y talento. Será referencia para cualquier músico de cualquier tiempo que musicalice poesía.
Llegué al taller literario de Silvia Schmid, cascoteada el alma, como una argentina más en busca del resguardo, el amparo que otorga la palabra. Las muertes inesperadas de Otero y Elvio me habían dejado un enorme vacío. La sorpresa fue mutua: me busqué, y ella, la poesía, me encontró, como un idioma aprendido en la infancia, extraviado en algún cajón de la memoria de mi alma que, al abrirlo, fluía como una vieja lengua olvidada. La escucha atenta y amorosa de Silvia, maga propiciada, guardó éste, mi mensaje del alma, en esta botella que arrojó al mar con la esperanza de que alguien la recoja, se emocione, se escuche reflejado.
Es mi idioma guardado en el cajón de mi alma que salió volando para ir a jugar.